La leyenda de Taita Osongo, un regalo para los niños mexicanos
El Fondo de Cultura Económica ha tenido el acierto de poner a disposición de los niños y adolescentes mexicanos La leyenda de Taita Osongo, una de las últimas creaciones de Joel Franz Rosell (Cuba, 1954), considerado entre los mejores escritores y teóricos de la literatura infantil nacidos en Cuba.
Esta novela de 70 páginas y estructurada en tres partes, expone una historia cuyo centro se basa en la condición del “negrero”, aquellos marinos de siglos pasados que, llenos de avaricia, cruzaban los océanos para llegar a África y allí capturar a los negros que traerían como esclavos a tierras latinoamericanas. Esta desdicha, sólo en grado mínimo llegó a México, por eso el libro que nos ocupa, sin duda, resultará de gran interés para los niños y jóvenes –y no tan jóvenes– mexicanos interesados en las herencias que la esclavitud dejara en nuestro subcontinente; y en la misma medida, debido a los valores universales de la obra, será de gran provecho para todo lector que desee indagar en los porqués de la explotación de unos hombres por otros, en la génesis del racismo que nos ha marcado desde centurias atrás.
A un país imaginario, pero que podría ser cualquiera de los que en el área del Caribe y un poco más allá fueron “depositarios” de la esclavitud, es traído desde sus tierras africanas Taita Osongo como parte de uno de los cargamentos de esclavos que desde allá trasladara el inescrupuloso Severo Blanco, prototipo de la ambición, la crueldad y el desdén por esos “seres inferiores”: los negros. Taita Osongo, poderoso hechicero en su tierra natal, no obstante ve reducidos sus poderes ante la fortaleza esclavista, amén de los trucos –no más que la superioridad en conocimientos– de los hombres blancos que lo trajeran a él y a sus “hermanos de raza” al sometimiento bestial en latitudes lejanas donde, asimismo, las extrañas costumbres y comportamientos acrece la nostalgia por la África dejada atrás para siempre y por la fuerza.
En el país al que es trasplantado, Taita Osongo procreará y servirá de una y otra manera a sus “iguales” y, a partir de aquí, se desarrollará un entramado en donde intervienen varios (y variados) personajes manejados magistralmente por Franz Rosell, quien, como en sus libros precedentes, hace uso de su descollante capacidad para fabular sin caer en esos niveles pueriles que otros autores de literatura infantil incurren precisamente cuando la obra estuviera seduciéndonos. Conocedor asimismo del alma humana, el autor nos expone con suma precisión algunos de los devaneos principales de aquélla: la ruindad, la carencia de ética o la posesión de ésta en esos momentos en que debemos decidir por lo justo poniendo aparte nuestros intereses personales.
Narrada en tercera persona y valiéndose del recurso de aplicar casi siempre un corte en cada capítulo e ir hacia atrás en el tiempo, lo cual proporciona más diafanidad para la comprensión por parte del lector-niño-joven-adulto, Rosell nos adentra en un mundo de maravillas que en ningún momento se aparta de las raíces “reales” del drama humano que nos hace llegar. Así, la tensión va en aumento sobre todo a partir del Capítulo 4 hasta cerrar de manera brillante en la tercera parte: “El algarrobo y la orquídea”. Lejana del didactismo, La leyenda del Taita Osongo sin embargo nos ilustra considerablemente acerca de las costumbres, la flora, la fauna, las virtudes y los vicios de aquellos siglos llenos de contradicciones y esperanzas. Por otra parte, no podría faltar el amor en una obra como esta, y precisamente el amor entre dos seres que han nacido en polos supuestamente opuestos; pero no voy a contarle la historia al lector.
El Fondo de Cultura Económica, por medio de su colección “A la orilla del viento”, se luce con la entrega de La leyenda de Taita Osongo, no sólo por los encomiables valores literarios de la novela, sino además por una presentación muy llamativa del libro, con ilustraciones muy a propósito de Ajubel, otro destacado artista cubano, sumada la inserción de un Vocabulario que recoge los términos que podría desconocer un lector mexicano. Enhorabuena.