domingo, 9 de septiembre de 2007

Opinión

"Blind music" por *gnato en deviantART.com


Indi versus Britney

Por Ari Josué A.

Hey Britney, you say you wanna lose control
Come over here I got somethin' to show ya
Sexy lady, I'd rather see you bare your soul
Britney Spears, Me Against The Music

La industria del entretenimiento ha cambiado. Casi todos los días es posible dar con una noticia –con epicentro en alguna disquera multinacional– en la que se presencia un desfile de quejas e imputaciones en contra del carácter vandálico de las tecnologías de copia y su complicidad con los medios digitales. Las utilidades de una disquera van en picada porque las copias ilegales –las que se venden por 10 pesos en la vía pública y las descargadas a golpes de “clicks” en la PC– se han encargado de arruinar un negocio, dicen desde las disqueras. La siguiente queja va –porque el malestar de la industria musical se entrega en abonos– por decir que con nulas o escasas ganancias difícilmente les es posible abrirse a nuevos proyectos, y mucho menos financiar su difusión. Eso es sólo una de las capas de esta cebolla.

Sin embargo las cosas, al menos musicalmente, parecen no ir tan mal en términos del rock y la música independiente. Por ejemplo, si miramos en retrospectiva, la escena del rock mexicano hace poco más de una década parecía estancada en una suerte de clichés de protesta antigubernamental y reivindicaciones nacionales, pasadas por el enjuague trasnochado de las tendencias internacionales. Hoy, no obstante, parecen existir más bandas, más lugares donde presentarse y más propuestas distintas que nunca. ¿Cuál es la diferencia? Que hoy se habla más de música y menos de industria y producto. Al menos en ciertos términos. Y eso es justo lo que ha terminado por conocerse como música “indie”.

No exclusivamente rock, o implícitamente electrónica, ni precisamente pop. Simplemente música que ha dejado de lado la idea de alcanzar los primeros 25 puestos en las listas de ventas. Aunque no necesariamente no pueda lograrlo. Música hecha desde las laptops de sus autores, producida en pequeños estudios, promocionada a través de Internet y distribuida por sellos locales independientes. Una puesta en práctica de que lo local puede tener un alcance global en un mundo cada vez más interconectado.

Y el asunto no sólo va sobre el alcance que un sello local puede llegar a tener en cuanto a distribución y difusión de un grupo. Esta nueva configuración ha implicado la posibilidad de liberarse de uno de los sitios comunes más peligrosos que gestó la vieja escena del rock nacional: el querer hacer música que sonara a ultranza “made in Mexico”.

Uno de los termómetros de la conformación de esta nueva escena musical es sin duda la comunidad virtual de My Space. Acogida con gran entusiasmo por músicos de todas partes del mundo como el medio idóneo para dar a conocer su trabajo, distribuirlo y mantenerse en contacto con su audiencia. El lanzamiento de My Space México en el 2007 no fue la excepción. Y al igual que en otras partes del mundo fueron los músicos quienes en primer lugar comenzaron a poblar esta comunidad virtual.

Desde luego, no todo es brillante en esta recomposición de la escena musical catapultada por una cultura del copyleft, el software de intercambio de archivos y las comunidades virtuales. Pues en cuanto el maleficio del sistema anterior de la industria musical ha sido el exceso de filtros que impiden la difusión de una propuesta, la gran deficiencia del entorno emergente es justo esa ausencia de filtros. En cuanto anteriormente para que un disco saliera a la venta tenía que pasar por diversas revisiones que buscaban mejorar o descartar una propuesta, hoy en día tales filtros han quedado de lado. Todo vale. Y muchas veces el resultado es un sonido que no cuaja, demasiado autocomplaciente para querer mejorar, demasiado ensimismado para querer escuchar a alguien más.

Tampoco es tan cierta la historia de que el nuevo mundillo de las disqueras independientes, las comunidades virtuales y la distribución en línea represente un golpe mortal a los gigantes corporativos. Tan sólo basta con echar un ojo al vecindario digital para percatarse qué diferente es la realidad: My Space tiene su cordón umbilical enganchado al magnate de las comunicaciones Rupert Murdoch a través de una transacción de 580 millones de dólares; You Tube se encuentra ligada a la NBC por un acuerdo promocional, a la par que la Warner Music cuenta con una sociedad para compartir ganancias; Blogger, una de las principales referencias dentro de la blogosfera, es parte integral de Google, cuyo valor de marca se estima en 17.837 millones de dólares, y la lista puede continuar. Así, no sólo se trata de un cambio de reglas, también de un cambio de dueños y, desde luego, de un buen intercambio de dólares.

También existen voces que señalan ciertos riesgos en las cláusulas que los usuarios de My Space tienen que firmar para acceder a sus servicios. Quizá el más preocupante está en la ambigua arena de ¿quién realmente posee los derechos del material original albergado en los servidores de My Space? Lo cual nos lleva a ¿a quién pertenecerían las regalías en caso de que este material fuera comercialmente explotado?

El asunto no es menor, basta con darse una vuelta por la tienda Amazon.com para percatarse que ya son varias las recopilaciones con lo mejor de My Space que se han editado. México no ha sido la excepción y ya cuenta con su versión regionalizada de esta edición, en la que se incluyen bandas como “María Daniela y su Sonido Laser”, “Los Dynamite”, “Austin TV” y “Porter”, entre otros.

Sin embargo, a pesar de todos los nuevos vicios e inconvenientes que parece entregarnos el futuro, siempre resulta más esperanzador que se comience a hablar más de música y menos de productos. Sólo eso ya es ganancia. Y quién sabe, a momentos pareciera que Indi puede ganarle Britney.

No hay comentarios: