domingo, 18 de noviembre de 2007

Cuento

El vals, Camille Claudel

Emociones

Por Mónica Nava

Los cuerpos ya ansiosos se encontraron en el lugar perfecto. Él la miró fijamente a los ojos y le sonrió con amabilidad; ella, nerviosa, porque nunca lo había hecho. Le sudaban las manos, el corazón recordaba un tambor. Se había vestido escrupulosamente para la ocasión y esperaba que él lo notara...

“Que bien te queda ese atuendo; te ves hermosa”, le escuchó decir y las palabras la tranquilizaron un poco, al menos, le gustaba.

“Hueles muy bien”, dijo él.

Todo iba saliendo a la perfección (a pesar de que nada había comenzado todavía).

Él, estiró el brazo y la tomó por la cintura, la acercó hacia sí suavemente y le acarició el lóbulo de la oreja con una leve succión de sus labios (ya estaba comenzando!!!!!)

Ella, nerviosísima.

Él, condescendiente, pero firme.

Después de todo era ya un experto en la materia. Lo había hecho muchas veces. Con varias mujeres, de todas las edades, no fijándose en nivel socioeconómico. Casi nunca eran conocidas, solamente las escogía y les proponía el asunto. Así, nada más. Sin preámbulo, sin ceremonia. Después de todo, ellas sabían a lo que iban. Para eso estaban ahí ¿no? Y por supuesto, nunca había estado enamorado de ninguna. Hasta ahora. Y eso le daba un plus a la situación emocional. Pero ella, que no contaba con experiencia alguna, no dejaba de temblar.

“Relájate, todo va a salir bien”, la tranquilizó él.

Ella, tambor.

“No te preocupes, yo te indico qué hacer”.

Tambor, tambor.

“Confía en mí”.

A ella, sí le había costado trabajo convencerla. Y eso que tenían un buen rato de conocerse. Hacía ya tres meses. Y que raro, todavía no lo habían hecho. Tal ves porque a él no se le había ocurrido proponérselo, además de que no habían cambiado mucho sus hábitos de soltero y continuaba yendo frecuentemente a buscar mujeres con las que se divertía y que sabían moverse muy bien. Valla que sabían. Con algunas terminaba realmente exhausto, sudoroso por todas partes, pero satisfecho. De repente había mujeres con las que no se acoplaba del todo bien, pero eran las menos y claro, nunca las volvía a buscar. Él no estaba para perder el tiempo. Iba a lo que iba y si no quedaba complacido procuraba no volvérseles a acercar. Pero con ella, todo era distinto. Llevaban dos meses de relación amorosa y un mes de tratarse como amigos antes de, y ahora podía decir que estaba totalmente enamorado. No cabía duda. Así que esta experiencia tenía que ser diferente. Más intensa. Mejor. Pero ella, estaba nerviosa hasta las pupilas. No dejaba de temblar y de sudar. Así iba a ser difícil que las cosas salieran bien, porque si no se relajaba, no podría moverse con elasticidad. Y con las piernas tensas, que no se abren como debe ser, olvídate, no hay manera de que el asunto funcione.

La verdad es que ella no estaba muy convencida. Nunca le había llamado la atención esta clase de actividad -aunque sus amigas dijeran que era una ñoña y una aburrida- pero ante tan aguda insistencia con la que él se lo venía proponiendo desde la semana pasada, al fin, tuvo que ceder. Después de todo, él era tan lindo, tan cariñoso, atento y complaciente en todos sus deseos, que no le pareció justo de su parte negarse a algo tan natural y que todos lo novios hacían ¿no?, si lo hacen hasta los que no son novios, si lo hacen hasta los que ni se conocen ¿porqué ella no iba a animarse? Después de todo, no es cosa del otro mundo. Y finalmente estaba ahí. Para entonces sus cuerpos ya se encontraban entrelazados y podía sentir la firmeza con la que él la sostenía, dispuesto a dar todo de sí, a llevarla a un mundo desconocido hasta entonces para ella y donde bebería los jugos de la embriaguez corporal.

Él, por su parte, quería llevarla hasta el punto más intenso que se pudiera. Quería alcanzar con ella el éxtasis, ver girar todo alrededor. Sentir que únicamente eran los dos y creer que no había nadie más para juzgarlos.

En ese momento, una voz masculina comenzó a invitar a las parejas a ocupar su lugar y dar inicio al baile.

La música se empezó a escuchar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tengo una imaginacion repuerca.